Sabía que si los amarillos veían el reloj lo confiscarían, se lo quitarían. Tu padre decía que este reloj te pertenecía por nacimiento; le cabreaba que cualquier amarillo pusiera sus grasientas manos sobre la herencia de su hijo, así que lo escondió empleando el único lugar en el que podía: su culo. Cinco largos años llevó este reloj metido en... (continúa)