Durante años trabajé en un videoclub, y en Nochevieja siempre trataba con la que yo consideraba mi gente. Almas vapuleadas que odiaban el esplendor de esa noche, que preferían regodearse en la autocompasión, silenciosamente y en privado, emborrachándose de romanticismo ficticio y desengaños propios y ajenos. Ese era yo, un tipo solitario, triste... (continúa)