Estaba en el horizonte azul, entre el cielo y la Tierra. Los días no cambiaban, y cada noche soñaba el mismo sueño. El olor de las flores silvestres, el grito que nadie escuchó. El sonido del latir de mi corazón, como un martillo contra el clavo. Y los oigo llamando, las voces de los muertos. Quiero seguirlas, para encontrar una salida. Pero... (continúa)