Después de un buen golpe nos quedábamos más tranquilos, y yo me reía pensando en aquellas pastillas diluidas, y la mezcla que rebosaba en la cuchara. Al entrar en la sangre, sentía un picor agradable que se extendía hasta llegar al cerebro y producía una suave explosión que empezaba en la nuca. Iba a más hasta que la sensación de placer era... (continúa)