Parad los relojes, descolgad el teléfono. Prevenid el ladrido del perro con un jugoso hueso. Silenciad los pianos y, con apagado tambor, el ataúd sacad y a las plañideras avisad. Que avionetas negras nos sobrevuelen y en el cielo escriban el mensaje: él ha muerto. Poned en los blancos cuellos de las palomas un crespón, que los guardias lleven... (continúa)