Pánico. Se acercó a mi espina como las primeras vibraciones de un frenesí ácido. Ahí estaba yo. Solo en Las Vegas, completamente torcido por las drogas, sin dinero en efectivo, sin historia para la revista, y como si eso fuese poco, una gigantesca condenada cuenta de servicios del hotel para pagar. ¿Cómo manejaría Horatio Alger esta situación?