- No, he dicho que no. No me gusta que traigas muchachas extrañas a casa, y menos aun que cenéis en la intimidad como dos enamorados al estilo estúpido de la gente romántica.
- Madre, por favor...
- ¿Y después qué? Música y palabras dulces, ¿verdad?
- Pero madre, si es una forastera a la que no conozco. Y tiene hambre.
- ¡Aaah! ¡Ya!... (continúa)