A ti la dama. La audaz melancolía, que con grito solitario hiendes mis carnes ofreciéndolas al tedio. Tú que atormentas mis noches, cuando no sé qué camino de mi vida tomar. Te he pagado 100 veces mi deuda. De las brasas del ensueño, solo me quedan las cenizas de una sombra de la mentira que tú misma me habías obligado a oír, y la blanca... (continúa)